San Francisco se caracteriza por ser una de las ciudades más populares de California, Estados Unidos. Sus calles se encuentran bordeadas por grandes edificios que interactúan armoniosamente con el paisaje, conviviendo así lo moderno con lo tradicional, bajo las sombras del gran puente de color rojo que representa a la zona.

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Imagen timparkinson

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A fines de la última década de los 80, las autoridades del Museo de Arte Moderno de San Francisco (SF MoMA) decide construir una nueva sede que se encuentre acorde con las obras que albergaría. Siempre adaptado al cambio, se le encomienda el diseño al (para ese entonces) ultra conocido Mario Botta, arquitecto consagrado en Europa y debutante en América.

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Insertado en el centro de la ciudad, inmerso en un mar de edificios eclécticos, se encuentra este museo, diseñado como una caja de ladrillos rematado en su extremo central por un gran cilindro que rompe con lo monótono de los bloques de ladrillo color castaño. Este cilindro emerge del interior del conjunto, de manera provocante, llevando vivos colores blanco y negro, como si de una composición artística se tratara.

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Imagen acaben

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Este gran cilindro proporciona una de las problemáticas más recurrentes en los edificios de la actualidad: la luz natural. Como si de una gran linterna se tratara, el gran cilindro alumbra gran parte del interior del museo. En cuanto al mismo, se puede disfrutar de su colección permanente, encabezada por los artistas más renombrados del siglo XX, un gran teatro, que también posee una entrada independiente, un salón de usos múltiples, una prestigiosa cafetería y un negocio de venta de objetos y souvenirs.

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Como si esto fuera poco, el museo también se encuentra provisto de su propio sitio de enseñanza: una gran biblioteca, salas de clases y aulas de estudio se encuentran nucleadas en el subsuelo del edificio, con fin de propagar la enseñanza del arte en San Francisco.

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